En 1921, después de los sucesos de Kronstadt, Lenin y su gobierno prohibieron sucesivamente la actividad de todos los grupos políticos que habían participado en la revolución. La única excepción fue el Partido Comunista, cuyo Comité Central era el órgano que tomaba las principales decisiones sobre la marcha del país. Mientras tanto, la policía secreta, la Checa, persiguió a los opositores mencheviques, eseritas y kadetes.
De este modo, el poder real estaba en el Comité Central del Partido Comunista. Los soviets perdieron así su capacidad de decisión, pasando a ser meros instrumentos administrativos.