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Rusia en la Primera Guerra Mundial

La participación rusa en el conflicto

La política de alianzas tejida durante los años previos a la Primera Guerra Mundial había establecido dos bloques enfrentados. De un lado, la Triple Alianza (inicialmente Alemania, Austria-Hungría e Italia, aunque este último país no entró en el conflicto en primera instancia); de otro lado, la Entente Cordiale (formada por Francia, Rusia y Gran Bretaña). 

Además de los lazos diplomáticos que unían a Rusia con Francia y Gran Bretaña, el régimen zarista había recibido una potente inversión económica, sobre todo de capital francés, para modernizar su industria y su red de ferrocarriles. 

Tras el asesinato del heredero austro-húngaro en Sarajevo (junio de 1914), un efecto dominó se puso en marcha. Rusia movilizó a su ejército, al tiempo que Alemania le enviaba un ultimátum: o paralizaba la movilización o declararía la guerra. Finalmente, los rusos no se detuvieron, por lo que el 1 de agosto de 1914 estaban en guerra con Alemania y Austria-Hungría.

Mapa con las alianzas previas a la Primera Guerra Mundial: la Entente y la Triple Alianza
Wikimedia Commos/Dove. Los bloques de alianzas previos a la Gran Guerra (CC BY-SA)

Rusia entró en guerra movilizando a millones de hombres a los que había que armar. Hay que destacar que el ejército zarista era uno de los más leales, donde no se cuestionaba el papel del zar. Sin embargo, una movilización a tal escala desorganizó tremendamente la economía rusa. Los desastres militares se sucedieron (derrotas de Tannenberg y Lagos Masurianos), lo que llevó al zar Nicolás II a tomar el mando directo del ejército en 1915. La aspiración a la paz se consolidaba cada vez más entre unas tropas desmoralizadas, poco alimentadas y mal pertrechadas. Además, las bajas eran elevadísimas: Rusia alcanzó los 1,7 millones de muertos. 

Soldados rusos heridos durante la Gran Guerra
Wikimedia Commons/George H. Mewes. Soldados rusos heridos durante la Gran Guerra (Dominio público)

El fracaso de la Ofensiva Brusilov en 1916 (planeada dentro de la estrategia general de los Aliados contra las Potencias Centrales) y el descontento popular (duración de la guerra, falta de víveres en la retaguardia) desencadenaron una serie de disturbios en 1917, que empezaron con una manifestación de mujeres exigiendo pan. Esto culminó  con el estallido de la Revolución de Febrero (ver Vocabulario clave).