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Rusia en los albores de la revolución

Rusia en los albores de la revolución

En 1905, la situación en Rusia era complicada en todos los niveles: político, social y económico.

Políticamente, el sistema seguía siendo una autocracia que perseguía toda oposición al zarismo, utilizando medios como la temida Ojrana (policía política).

Tras la derrota en la Guerra de Crimea (1856), el país inició una cierta industrialización tratando de emular a otras potencias europeas. De esta manera, se estimuló la llegada de capitales extranjeros para potenciar la industria rusa, surgiendo pequeños núcleos industriales en San Petersburgo -capital del imperio-, Moscú, Ucrania y Bakú

La sociedad rusa tenía unas diferencias muy acusadas entre unos grupos sociales y otros. En la base de la pirámide encontramos, un campesinado empobrecido, analfabeto y tremendamente religioso que, además, formaba la columna vertebral del ejército zarista. Algunos de ellos prosperaron y se hicieron adinerados, surgiendo un nuevo nivel campesino, los kulaks. Por su parte, la burguesía era insignificante, ante la falta de industria y con muchas profesiones reservadas a la nobleza. Esta era todopoderosa, siendo la propietaria de la mayoría de las tierras del imperio. Algunas personas con posibilidades económicas llegaban a la universidad, donde entraban en contacto con las ideologías predominantes en Europa en ese tiempo: liberalismo, nacionalismo, socialismo o anarquismo.

Otras reformas planeadas por los zares a finales del siglo XIX fueron la reorganización de la justicia, el ejército y las universidades. Sin embargo, todos esos cambios fueron de poco calado. De tal modo que el terreno estaba siendo convenientemente abonado para un estallido revolucionario en cualquier momento. Y el primero tuvo lugar en 1905.

Retrato de Nicolás II en uniforme
Pixabay/Victoria Borodinova. Retrato de Nicolás II (Pixabay License)