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Los imperios contemporáneos

Donde manda patrón, no manda marinero

Ilustración de la flor de lis de la heráldica francesa
Pixabay/ OpenClpart-Vectors. La flor de lis francesa (Pixabay License)

En los últimos dos apartados hemos hablado del mayor momento de esplendor del castellano y de hegemonía política de España en el mundo. Los siglos XVI y XVII se llaman de Oro, porque es la época de expansión del Imperio español y porque en ellos vivieron las figuras más conocidas de nuestra cultura: Garcilaso, Santa Teresa, Cervantes, Lope de Vega, Góngora, Quevedo, Velázquez, Ribera, Murillo, Zurbarán, El Greco...

Ilustración que emula un grabado en tinta roja del león inglés
Pixabay/ Clker-Free-Vector-Images. El león inglés (Pixabay License)

Sin embargo, ya desde el siglo XVII comenzará el declive del Imperio, mientras crecen la hegemonía británica y francesa. Recordemos que durante el siglo XVIII las ideas ilustradas serán punto de inflexión para el mundo entero y se materializarán en dos revoluciones fundamentales, cuyos protagonistas serán Francia e Inglaterra respectivamente: la Revolución Francesa y la Revolución Industrial. Desde entonces y durante el siglo XIX la fuerza de estas dos naciones y sus imperios se impondrá en los cinco continentes y España quedará en un segundo plano.

Hemos visto en recursos anteriores que el poder de las lenguas depende del poder político y social de sus hablantes. Por ello, a partir de este momento el español perderá parte de su fuerza para influir en otros idiomas y, en cambio, durante los siglos XVIII y XIX, adoptará numerosísimos préstamos del francés y el inglés. En el siglo XX, tras la caída de ambos imperios y la destrucción de Europa durante las guerras mundiales, Estados Unidos emergerá como nueva potencia hegemónica en el mundo, de forma que el aluvión de anglicismos continuará llegando al castellano hasta hoy.

Galicismos

Imagen en 3D de tres bustos poliédricos de Napoleón laureado con la corona de emperador. Cada uno de los bustos está en un color de la bandera francesa: rojo, azul y blanco.
Pixabay/ vjgalaxy. Imperio francés (Pixabay License)

La introducción de galicismos (préstamos del francés) en el castellano se remonta al nacimiento mismo de ambas lenguas, durante la Edad Media, y ha sido constante a lo largo de la historia. Sin embargo, durante el siglo XIX, sobre todo a consecuencia del Imperio napoleónico, se da una incorporación intensa de estas palabras y, en particular, de aquellas que reflejan el nuevo estilo de vida burgués y el contexto de guerras constantes. Los campos semánticos del mobiliario, la moda, la gastronomía, el ocio y, en definitiva, de la buena vida, serán los más nutridos. Comprobémoslo con ejemplos:

Estilo de vida, moda, diseño Ocio, gastronomía Vivienda, diseño urbano Política, guerra
  1. Beige
  2. Boutique
  3. Corsé
  4. Collage
  5. Capó
  6. Chofer o chófer
  7. Souvenir
  8. Amateur
  9. Cliché
  1. Ballet
  2. Cabaré
  3. Debut
  4. Champán
  5. Chef
  6. Cruasán
  7. Filete
  8. Gourmet
  9. Menú
  10. Restaurante
  1. Chalé
  2. Buró
  3. Chaise longue
  4. Cofre
  5. Bricolaje
  6. Bulevar
  7. Garaje
  8. Somier
  1. Carné
  2. Complot
  3. Dossier
  4. Masacre
  5. Sabotaje

Pronuncia, escucha y observa:

Hay un rasgo prosódico típico de los galicismos relacionado con la acentuación de las palabras, ¿podrías adivinar cuál es?

Anglicismos

Retrato antiguo de William Shakespeare con formato de grabajo y un bocadillo amarillo fosforito que dice "Bro, chécate las últimas pics supercool de mi canal!"
Pixabay/ GDJ. Adaptado de Shakespeare influencer (Pixabay License)

Seguramente cualquiera de nosotros puede pensar veinte anglicismos seguidos sin vacilar un segundo... ¿Te animas a probar? Podemos jugar a ver cuántas palabras de origen inglés pensamos entre toda la clase y, sin duda, saldrán muchas. No solo porque hay muchas, sino también porque son préstamos muy recientes que utilizamos cotidianamente, incluso sin castellanizar apenas su forma.

La creación de nuevas palabras es un enriquecimiento para los idiomas. Sin embargo, cuando se hace a través de una cascada de préstamos unilateral y de forma indiscriminada o muy intensa, puede suponer también una pérdida de riqueza patrimonial de la lengua receptora. Existe un enorme debate en torno a esta cuestión entre los hispanohablantes: muchos rechazan frontalmente la incorporación de anglicismos, puesto que el inglés es una lingua franca global que gana territorio sin freno a costa de la destrucción de otras lenguas; otros, por el contrario, abrazan su influjo sin complejos y ensanchan el léxico anglosajón del castellano.

Y, tú, ¿qué opinas? ¿Eres de los que dicen correo electrónico o abrevias con mail? ¿Escribes güisqui, siguiendo las recomendaciones de la Real Academia Española (RAE), o esa grafía te chirría? Lee este artículo sobre el tema que encontrarás en el Diccionario Panhispánico de Dudas de la RAE y debate sobre ello en clase.

La historia de una palabra

La última de las curiosidades de este recurso nos servirá para entender muchos de los mecanismos de creación de palabras que tienen todas las lenguas humanas y su riqueza. Nos vamos a fijar en la historia de la palabra tuitero.

Fotografía de unos polluelos piando en su nido.
Pixabay/ makamuki0. Pío (Pixabay License)

Todos los idiomas tienen onomatopeyas, es decir, vocablos cuyo origen es la imitación de un sonido de la realidad. Es muy típico encontrarlas en palabras que designan los sonidos emitidos por animales: mugir, maullar, relinchar, ronronear, etc. En español tenemos una dedicada al canto de los pajaritos pequeños: piar. Todos sabemos que los pollitos dicen pío pío. Sin embargo, al cambiar de lengua, nos encontramos que otros idiomas han creado onomatopeyas distintas para recrear el mismo sonido de la realidad. Por ejemplo, pío o piar en inglés se dice tweet (por eso Piolín en inglés se llama Tweety). Cuando muchos pajaritos están piando con gran excitación, de forma acelerada y aguda, en inglés lo llaman twitter y, en español, gorjeo.

Ilustración de muchos pajaritos posados en cables elétricos con multitud de bocadillos en los que se lee "Tweet!".
Pixabay/ geralt. Gorjeo Twitter (editado a partir del original) (Pixabay License)

Si las onomatopeyas son un mecanismo de creación de palabras en todas las lenguas, también lo son -y de forma intensísima- las metáforas. Es decir, utilizamos palabras existentes para nombrar otras cosas que guardan algún tipo de semejanza con ellas. Así fue cómo los creadores de la red social Twitter eligieron su nombre: ellos querían dejar claro que el rasgo distintivo de su invención era la brevedad de los mensajes (que tienen un máximo de 140 caracteres). Tan breves, que son como el pío del un pájaro. Mejor dicho, su red social, con todos esos mensajitos breves pero incesantes, es como el gorjeo mezclado de miles de pajaritos en la copa de un árbol. Por eso se llama Twitter... ¡Y por eso su logo es un pajarito!

Ahora, ningún lenguaje humano se resiste a una fuente de generación de léxico utilísima: los préstamos. Cuando creamos una realidad nueva necesitamos bautizarla, pero cuando esa realidad nos viene de otro, muchas veces llega ya con el nombre puesto. Esto le ha ocurrido al castellano con la palabra tuit. Si has mirado el enlace, habrás comprobado que está recogida en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) y que, de hecho, su grafía ha sido castellanizada: de tweet a tuit. Es decir, tuit es un anglicismo, una palabra del castellano cuyo origen es el inglés.

El léxico de un idioma puede provenir prestado de otro, imitar realidades sonoras o ser el resultado de un proceso metafórico (es decir, de transferencia de significado). Pero, además, las lenguas tienen mecanismos morfológicos propios de creación de palabras, seguro que los conoces: la derivación, la composición y la parasíntesis. Estos procesos son los que cierran las explicación de la historia de tuitero. Tuit, al haberse convertido en un lexema del castellano, automáticamente puede empezar a producir nuevas palabras utilizando los tres mecanismos anteriores. Ese es el último episodio de la historia de tuitero: es un término derivado del lexema tuit y el morfema -ero. Lo mismo podríamos decir de tuitear o retuit.

Ahora, como es un lexema perfectamente activo, también podemos utilizarlo para inventar nuevas voces por composición o parasíntesis, ¿se te ocurre alguna? Aquí te proponemos dos palabras que no existen, pero que sin duda podrás entender: tuitadicto (palabra compuesta) y entuitecido (palabra parasintética). ¿Podrías explicar su significado, aunque no las hayas oído nunca antes? ¿Eres capaz de inventar tu otros vocablos con el lexema tuit utilizando derivación, composición o parasíntesis?

Espanglish: el (viejo) Imperio contraataca

¿Sabes lo que es el espanglish o espanglés? Ve el siguiente vídeo de BBC World Service -que es breve, superinteresante y divertido- y discute en clase estas preguntas:

  1. ¿Cuál es la diferencia entre el uso intenso de anglicismos y el espanglish?
  2. ¿El espanglish es español, inglés o una lengua nueva?
  3. ¿Qué quiere decir code switching?
  4. Si recordamos la idea repetida en este itinerario de que el poder de las lenguas depende del poder político y social de sus hablantes, ¿qué lectura puedes hacer del crecimiento del espanglish en el territorio nacional de Estados Unidos, primera potencia mundial?