A continuación tienes varios fragmentos de textos literarios. Intenta identificar a qué variedades pertenecen (zona geográfica, sociolecto y registro) comentando los rasgos que observas en ellos:
1. Panza de burro, Andrea Abreu. Ed. Barret, 2020.
Cuando llegamos a cas Eufracia, Isora se puso delante de la puerta y me miró y me dijo toca tú, y toqué yo, y me quité y salió Eufracia con un delantal de cocina todo manchurriado de sangre. Miniña, ya me llamó Carmitas. Pasen pa drento, que estaba escuartizando el conejo pa hacer un fisco cena, siéntese ay, miniña, siéntese, le dijo a Isora, y la puso en una silla plástica del patio, en medio de las matas verdes de helechos, verdes y grandes como las del Monte del Agua.
2. La concesión del teléfono, Andrea Camilleri. Ed. Destino, 1999.
A su Excelencia Ilustrísima Vittorio Parasciano Prefecto de Motelusa
Vigàta, 12 de junio de 1891
Excelencia:
El que suscribe, Filippo Genuardi, hijo del difunto Giacomo Paolo y de Edelmira Posacane, nacido en Vigàta (provincia dce Montelusa), el 3 de septiembre de 1860 y allí residente en Via dell´Unità d´Italia, 75, de profesión comerciante en maderas, desea conocer loa pasos a seguir para obtener la concesión de una línea de teléfono para uso privado.
Muy agradecido por la benigna atención con la que V.E. querrá dedicar a esta solicitud, se profesa su seguro servidor
Filippo Genuardi
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3. El llano en llamas, Juan Rulfo. Ed. Cátedra, 2004
Yo le pregunté a un señor que vio cuando la arrastraba el río si no había visto también al becerrito que andaba con ella. Pero el hombre dijo que no sabía si lo había visto. Sólo dijo que la vaca manchada pasó patas arriba muy cerquita de donde él estaba y que allí dio una voltereta y luego no volvió a ver ni los cuernos ni las patas ni ninguna señal de vaca. Por el río rodaban muchos troncos de árboles con todo y raíces y él estaba muy ocupado en sacar leña, de modo que no podía fijarse si eran animales o troncos los que arrastraba. Nomás por eso, no sabemos si el becerro está vivo, o si se fue detrás de su madre río abajo. Si así fue, que Dios los ampare a los dos. La apuración que tienen en mi casa es lo que pueda suceder el día de mañana, ahora que mi hermana Tacha se quedó sin nada. Porque mi papá con muchos trabajos había conseguido a la Serpentina, desde que era una vaquilla, para dársela a mi hermana, con el fin de que ella tuviera un capitalito y no se fuera a ir de piruja como lo hicieron mis otras dos hermanas, las más grandes.
4. Nuestra lengua, Octavio Paz. Discurso inaugural del I Congreso Internacional de la Lengua Española, Zacatecas, México, 1997
Las vocaciones son misteriosas: ¿por qué aquel dibuja incansablemente en su cuaderno escolar, el otro hace barquitos o aviones de papel, el de más allá construye canales y túneles en el jardín o ciudades de arena en la playa, el otro forma equipos de futbolistas y capitanea bandas de exploradores, o se encierra solo a resolver interminables rompecabezas? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Lo que sabemos es que esas inclinaciones y aficiones se convierten, con los, años, en oficios, profesiones y destinos. El misterio de la vocación poética no es menos sino más enigmático. Comienza con un amor inusitado por las palabras, por su color, su sonido, su brillo y el abanico de significaciones que muestran cuando, al decirlas, pensamos en ellas y en lo que decimos. Este amor no tarda en convertirse en fascinación por el reverso del lenguaje, el silencio. Cada palabra, al mismo tiempo, dice y calla algo. Saberlo es lo que distingue al poeta de los filólogos y los gramáticos, de los oradores y los que practican las artes sutiles de la conversación. A diferencia de esos maestros del lenguaje, al poeta lo conocemos tanto por sus palabras como por sus silencios. Desde el principio el poeta sabe, obscuramente, que el silencio es inseparable de la palabra, es su tumba y su matriz, la letra que lo entierra y la tierra donde germina. Los hombres somos hijos de la palabra, ella es nuestra creación; también es nuestra creadora, sin ella no seríamos hombres. A su vez la palabra es hija del silencio: nace de sus profundidades, aparece por un instante y regresa a sus abismos.
5. "Cartas de mamá", en Las armas secretas, Julio Cortázar. Ed. Cátedra, 2004.
Pasó al otro cuarto, fue a la mesa de trabajo, encendió la lámpara. No necesitaba releer la carta de mamá para contestarla como debía. Empezó a escribir, querida mamá. Escribió: querida mamá. Tiró el papel, escribió: mamá. Sentía la casa como un puño que se fuera apretando. Todo era más estrecho, más sofocante. El departamento había sido suficiente para dos, estaba pensado exactamente para dos. Cuando levantó los ojos (acababa de escribir: mamá), Laura estaba en la puerta, mirándolo. Luis dejó la pluma.
—¿A vos no te parece que está mucho más flaco? —dijo. Laura hizo un gesto. Un brillo paralelo le bajaba por las mejillas.
—Un poco —dijo—. Uno va cambiando...
6. Tiempo de silencio, Luis Martín Santos. Ed. Seix Barral, 1999.
¿Qué se habrá creído? Que yo me iba a amolar y a cargar con el crío. Ella, “que es tuyo”, “que es tuyo”. Y yo ya sabía que había estao conotros. Aunque fuera mío. ¿Y qué? Como si no hubiera estao con otros. Ya sabía yo que había estao con otros. Y ella, que era para mí, que era mío. Se lo tenía creído desde que le pinché al Guapo. Estaba el Guapo comosi tal. Todos le tenían miedo. Yo también sin la navaja. Sabía que ella andaba conmigo y allí delante empieza a tocarla los achucháis. Ella, la muy zorra, poniendo cara de susto y mirando para mí. Sabía que yo estaba sin el corte. Me cago en el corazón de su madre, la muy zorra. Y luego “que es tuyo”, “que es tuyo”. Ya sé yo que es mío. Pero a mí qué. No me voy a amolar y a cargar con el crío. Que hubiera tenido cuidao la muy zorra.