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Variedades lingüísticas

Habla, variedad lingüística y lengua

Fotografía de los pasajeros de un autobús, pero solo se los ve de cintura para abajo.
Pixabay/ Free-Photos. Chismes del viaje (Pixabay License)

Una vez hemos explicado la diferencia entre lengua y habla, es importante comprender a qué nos referimos con variedad lingüística.

Imaginemos que escuchamos una conversación en el autobús mientras vamos medio dormidos, con la cabeza apoyada en el hombro de nuestro acompañante y los ojos cerrados. Si somos un poco cotillas, a lo mejor intentamos enterarnos de lo que están diciendo. Pero, si además tenemos curiosidad lingüística, quizá nos divierta intentar adivinar, solo por la forma de hablar, la edad, la procedencia, la clase social y hasta la relación que existe entre esas dos personas. Al igual que su aspecto ¡su variedad lingüística puede darnos mucha información!

Por tanto, utilizamos este término neutro de "variedad" para referirnos a las distintas formas que presenta una lengua dependiendo de factores como la zona geográfica en que se habla (dialecto), nivel cultural o edad del hablante, contexto (formal o informal) de uso, etc. De esta forma, las variedades lingüísticas responden a distintos criterios de clasificación. Aquí nos vamos a fijar en tres básicos:

  • criterios geográficos (variedades diatópias o dialectos)
  • criterios sociales (variedades diastráticas o sociolectos)
  • criterios situacionales (variedades diafásicas o registros)

Visto lo anterior, debemos ser conscientes de que la variedad lingüística que empleemos afecta enormemente la imagen personal que proyectamos hacia los demás, para bien y para mal. ¿Cada persona tiene, entonces, una sola variedad lingüística? No, precisamente lo que va a marcar esa imagen que damos con nuestro lenguaje dependerá mucho de la cantidad de variedades que seamos capaces de usar para adaptarnos adecuadamente a cada situación. Si no sabemos ser formales cuando la ocasión lo merece, o hablar de forma sencilla si nuestro interlocutor lo necesita o mostrar un nivel culto del lenguaje para un discurso académico, quedaremos como maleducados, pedantes e ignorantes respectivamente. Al igual que hay que saber comportarse de distintas formas según la situación en la que estemos, hay que dominar diversas maneras de hablar.

Variedades diatópicas, diastráticas y diafásicas

Variedades diatópicas: dialectos

La distinción entre lengua y dialecto no es sencilla. La lengua, en principio es ese código común que comparte hasta el último hablante del mundo que sea capaz de entenderse con otro hablante al utilizarlo. Dialecto, en cambio, hace referencia a matices menores que distinguen formas de hablar entre regiones con diferencias de acento, de uso de algunas palabras, de algún rasgo morfosintáctico, etc.

Veamos estas frases:

  • Cuando vos salgás de la pileta, encendemos el asado.
  • Cuando tú salgas de la alberca, prendemos la parrilla.
  • Cuando tú  salgas de la piscina, encendemos la barbacoa.

Cualquier hispanohablante puede entender las tres frases de arriba. Como mucho, tendrá que preguntar una palabra que no conozca, si en su región se utiliza otra. Sin embargo, en las tres hay diferencias de léxico (pileta, alberca, piscina, asado, parrilla, barbacoa), de morfología (vos salgás, tú salgas) y de fonética (aquí unos voluntarios pueden ilustrarnos con una buena imitación de acentos). Estas diferencias, que no impiden el entendimiento y que tienen que ver con la zona geográfica, son diferencias dialectales. Por supuesto, las fronteras entre dialectos no se trazan con una guillotina, sino que la lengua va cambiando levemente entre pueblos, regiones, países y continentes como un continuum.

Mapa poliédrico y multicolor del mundo
Pixabay/ Khirulislam898. Dialectos (Pixabay License)

¿Y quién decide qué es un dialecto y qué es una lengua? Aunque parezca extraño, en estas decisiones también a veces median razones políticas y no lingüísticas. Pongamos un ejemplo: los galegoparlantes y lusoparlantes de la frontera entre Portugal y España son capaces de entenderse bastante bien entre ellos; los suecos y los daneses también. Sin duda mejor que algunos nativos suizos de alemán con otros nativos berlineses de alemán, cuyas variedades lingüísticas son, en realidad, mútuamente ininteligibles. Sin embargo, el gallego y el portugués son consideradas lenguas distintas, mientras que el alemán se llama alemán en varias regiones cuyos hablantes a duras penas se entienden entre sí. 

Por tanto, los dialectos son variedades de una lengua cuyas características particulares se asocian con una determinada región geográfica. No obstante, por motivos extralingüísticos, a veces consideramos lenguas distintas a variedades geográficas mutuamente inteligibles y, por contra, se habla de dialectos en casos donde no hay comprensión entre sus hablantes. En el caso del español, podemos pensar en grandes dialectos (por ejemplo, el mexicano o el chileno), o afinar en zonas más pequeñas (por ejemplo: murciano, extremeño o chilango).

Variedades diastráticas: sociolectos

Fotografía del acto Daniel Craig vestido de esmoquin
Pixabay/ sciffler. Smoking (Pixabay License)

Estas variedades lingüísticas representan diferencias relacionadas con perfiles sociales, como la edad, la pertenencia étnica o la profesión, pero fundamentalmente se utilizan para distinguir los sociolectos vinculados con la clase cultural. Podríamos caracterizar tres sociolectos del español reconocibles por todos:

  • Español culto: empleado por personas con amplio bagaje cultural y un vasto conocimiento de la lengua. Esta variedad lingüística, si fuera un atuendo, sería un vestido de gala.
  • Español estándar: utilizado en cualquier situación ordinaria, sin abundancia de cultismos ni vulgarismos pero con propiedad y esmero. En este caso, el atuendo sería informal, aunque decoroso.
  • Español vulgar: caracterizado por la pobreza léxica y el incumplimiento de normas socialmente aceptadas sobre la lengua. Aquí estaríamos vestidos, por ejemplo, con un chándal de estar por casa. Si el hablante de español vulgar, además, utiliza expresiones groseras, el chándal estaría sucio.

Es obvio que una persona con nivel culto puede desempeñarse también en un nivel estándar y vulgar, pero no al revés: por desgracia, si solo conoces el nivel vulgar de tu lengua, vivirás social y económicamente muy limitado.

Quizá más de uno esté pensando en la dureza o la injusticia de esta clasificación. Y no le faltará razón, puesto que este tipo de apreciaciones tienen un efecto gigante sobre nuestras vidas. Pero la realidad es que existen y son, en buena medida, inevitables: juzgamos y somos juzgados por elementos como el aspecto y la forma de hablar o escribir de los otros. La manera de combatir estas diferencias sociales es solo una: dar acceso universal a una educación de calidad para que todas las personas, sin excepción y con independencia del sociolecto de su entorno personal, puedan llegar a desarrollar su competencia lingüística hasta el nivel culto en la escuela.

Variedades diafásicas: registros

Apretón de manos entre dos mujeres del ámbito profesional
Pixabay/ styles66. Encuentro formal (Pixabay License)

Estas variedades lingüísticas las utilizamos todos, una vez más, con mayor o mejor destreza dependiendo de nuestra competencia lingüística. Se trata de saber expresarse de una determinada forma adecuada a la situación en la que estamos. Es fácil entender que no utilizamos las mismas palabras, fórmulas o tono de voz en un funeral que en una discoteca. Solemos referirnos a este tipo de variedades lingüísticas que dependen de la situación en la que nos encontramos como registro y se clasifican, en general en formal e informal o coloquial.

  • Registro formal: se utiliza en situaciones determinadas en las que se exigen códigos de conducta y fórmulas lingüísticas preestablecidos. Es poco espontáneo.
  • Registro coloquial: se emplea en las situaciones normales y relajadas de la vida cotidiana, de forma espontánea y expresiva. Es importante no confundir lo coloquial con lo vulgar.

Identifica la variedad

A continuación tienes varios fragmentos de textos literarios. Intenta identificar a qué variedades pertenecen (zona geográfica, sociolecto y registro) comentando los rasgos que observas en ellos:

1. Panza de burro, Andrea Abreu. Ed. Barret, 2020.

Cuando llegamos a cas Eufracia, Isora se puso delante de la puerta y me miró y me dijo toca tú, y toqué yo, y me quité y salió Eufracia con un delantal de cocina todo manchurriado de sangre. Miniña, ya me llamó Carmitas. Pasen pa drento, que estaba escuartizando el conejo pa hacer un fisco cena, siéntese ay, miniña, siéntese, le dijo a Isora, y la puso en una silla plástica del patio, en medio de las matas verdes de helechos, verdes y grandes como las del Monte del Agua.

2. La concesión del teléfono, Andrea Camilleri. Ed. Destino, 1999.

A su Excelencia Ilustrísima
Vittorio Parasciano
Prefecto de Motelusa

Vigàta, 12 de junio de 1891   
Excelencia:
El que suscribe, Filippo Genuardi, hijo del difunto Giacomo Paolo y de Edelmira Posacane, nacido en Vigàta (provincia dce Montelusa), el 3 de septiembre de 1860 y allí residente en Via dell´Unità d´Italia, 75, de profesión comerciante en maderas, desea conocer loa pasos a seguir para obtener la concesión de una línea de teléfono para uso privado.
Muy agradecido por la benigna atención con la que V.E. querrá dedicar a esta solicitud, se profesa su seguro servidor
Filippo Genuardi    
    

3. El llano en llamas, Juan Rulfo. Ed. Cátedra, 2004

Yo le pregunté a un señor que vio cuando la arrastraba el río si no había visto también al becerrito que andaba con ella. Pero el hombre dijo que no sabía si lo había visto. Sólo dijo que la vaca manchada pasó patas arriba muy cerquita de donde él estaba y que allí dio una voltereta y luego no volvió a ver ni los cuernos ni las patas ni ninguna señal de vaca. Por el río rodaban muchos troncos de árboles con todo y raíces y él estaba muy ocupado en sacar leña, de modo que no podía fijarse si eran animales o troncos los que arrastraba. Nomás por eso, no sabemos si el becerro está vivo, o si se fue detrás de su madre río abajo. Si así fue, que Dios los ampare a los dos. La apuración que tienen en mi casa es lo que pueda suceder el día de mañana, ahora que mi hermana Tacha se quedó sin nada. Porque mi papá con muchos trabajos había conseguido a la Serpentina, desde que era una vaquilla, para dársela a mi hermana, con el fin de que ella tuviera un capitalito y no se fuera a ir de piruja como lo hicieron mis otras dos hermanas, las más grandes.

4. Nuestra lengua, Octavio Paz. Discurso inaugural del  I Congreso Internacional de la Lengua Española, Zacatecas, México, 1997

Las vocaciones son misteriosas: ¿por qué aquel dibuja incansablemente en su cuaderno escolar, el otro hace barquitos o aviones de papel, el de más allá construye canales y túneles en el jardín o ciudades de arena en la playa, el otro forma equipos de futbolistas y capitanea bandas de exploradores, o se encierra solo a resolver interminables rompecabezas? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Lo que sabemos es que esas inclinaciones y aficiones se convierten, con los, años, en oficios, profesiones y destinos. El misterio de la vocación poética no es menos sino más enigmático. Comienza con un amor inusitado por las palabras, por su color, su sonido, su brillo y el abanico de significaciones que muestran cuando, al decirlas, pensamos en ellas y en lo que decimos. Este amor no tarda en convertirse en fascinación por el reverso del lenguaje, el silencio. Cada palabra, al mismo tiempo, dice y calla algo. Saberlo es lo que distingue al poeta de los filólogos y los gramáticos, de los oradores y los que practican las artes sutiles de la conversación. A diferencia de esos maestros del lenguaje, al poeta lo conocemos tanto por sus palabras como por sus silencios. Desde el principio el poeta sabe, obscuramente, que el silencio es inseparable de la palabra, es su tumba y su matriz, la letra que lo entierra y la tierra donde germina. Los hombres somos hijos de la palabra, ella es nuestra creación; también es nuestra creadora, sin ella no seríamos hombres. A su vez la palabra es hija del silencio: nace de sus profundidades, aparece por un instante y regresa a sus abismos.

5. "Cartas de mamá", en Las armas secretas, Julio Cortázar. Ed. Cátedra, 2004.

Pasó al otro cuarto, fue a la mesa de trabajo, encendió la lámpara. No necesitaba releer la carta de mamá para contestarla como debía. Empezó a escribir, querida mamá. Escribió: querida mamá. Tiró el papel, escribió: mamá. Sentía la casa como un puño que se fuera apretando. Todo era más estrecho, más sofocante. El departamento había sido suficiente para dos, estaba pensado exactamente para dos. Cuando levantó los ojos (acababa de escribir: mamá), Laura estaba en la puerta, mirándolo. Luis dejó la pluma.

—¿A vos no te parece que está mucho más flaco? —dijo. Laura hizo un gesto. Un brillo paralelo le bajaba por las mejillas.

—Un poco —dijo—. Uno va cambiando...

6. Tiempo de silencio, Luis Martín Santos. Ed. Seix Barral, 1999.

¿Qué se habrá creído? Que yo me iba a amolar y a cargar con el crío. Ella, “que es tuyo”, “que es tuyo”. Y yo ya sabía que había estao conotros. Aunque fuera mío. ¿Y qué? Como si no hubiera estao con otros. Ya sabía yo que había estao con otros. Y ella, que era para mí, que era mío. Se lo tenía creído desde que le pinché al Guapo. Estaba el Guapo comosi tal. Todos le tenían miedo. Yo también sin la navaja. Sabía que ella andaba conmigo y allí delante empieza a tocarla los achucháis. Ella, la muy zorra, poniendo cara de susto y mirando para mí. Sabía que yo estaba sin el corte. Me cago en el corazón de su madre, la muy zorra. Y luego “que es tuyo”, “que es tuyo”. Ya sé yo que es mío. Pero a mí qué. No me voy a amolar y a cargar con el crío. Que hubiera tenido cuidao la muy zorra.