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Sustrato paleohispánico

Sustrato lingüístico

Fotografía de La dama de Elche
Pixabay/ Ismaellabrador. La dama de Elche (Pixabay License)

¿A qué nos referimos con "sustrato" en lingüística? El sustrato es el conjunto de palabras y rasgos lingüísticos de la lengua vernácula de un territorio colonizado que traspasan a la nueva lengua dominante de los conquistadores. Por ejemplo, las lenguas amerindias han dejado un rico sustrato para el español, que se impuso en sus tierras pero tomó de ellas abundante léxico. 

Seguramente habrás oído y estudiado que, cuando el Imperio romano conquistó la península ibérica, hubo un proceso de romanización. Esto quiere decir que, ante el dominio político y el enorme desarrollo económico y cultural de los romanos, la población autóctona terminó abandonando su cultura y adoptando la de los nuevos colonos. Sin embargo, como es lógico, algunos elementos de la vida local anterior al Imperio permanecieron en muchos aspectos del día a día de las personas y, por supuesto, las lenguas aborígenes dejaron un sustrato en el latín vulgar de los futuros hispanos.

Lenguas prerromanas o paleohispánicas

Piedra grabada con texto lusitano
Flickr/ Ángel M. Felicísimo. Lusitano (CC BY-SA)

Cuando en el año 211 a.C. llegaron los romanos a lo que hoy llamamos España, en ella habitaban pueblos distintos con numerosos idiomas. Sabemos que algunos de ellos eran indoeuropeos, como los celtíberos, cuyas lenguas estaban emparentadas con la familia lingüística celta de las Islas Británicas. Entre los no indoeuropeos destaca un pueblo con una lengua singular cuyo origen aún es un misterio: el vasco.  Por último, conocemos la existencia de algunos idiomas que no hemos podido descifrar. El más importante de ellos es el íbero, que posiblemente funcionaba como lingua franca en buena parte de la península.

Lamentablemente, hemos perdido para siempre el testimonio de casi todo este rico patrimonio lingüístico. Lo que conservamos son los pocos elementos que pasaron al latín vulgar, de los cuales varios aún permanecen en castellano, y un gran tesoro que ha sobrevivido a lo largo todos estos siglos: el euskera o vasco.

→ Podemos decir con orgullo que el vasco parece ser el idioma más antiguo de Europa. Sin embargo, no pensemos que el euskera de, por ejemplo, el siglo III a. C. es el mismo que se habla hoy en el norte de España. Esta lengua, como todas, ha evolucionado desde entonces y las diferencias entre la que hablaban los vascos de aquella época y la de hoy serán tan significativas como las que encontramos entre el latín vulgar y el castellano actual.

¿Qué queda de todo ello en el español?

Entonces, ¿cuáles son las huellas que dejó todo ese sustrato prerromano en el latín vulgar y qué nos ha llegado hasta hoy? Lo que tenemos, sobre todo, es léxico (palabras, sufijos, apellidos, topónimos…), aunque también hay un rasgo fonológico muy característico del español relacionado con el sustrato no indoeropeo (es decir, con el íbero y el vasco): nuestras cinco vocales. El latín tenía diez y no hay ninguna lengua romance actual con menos de siete, pero el castellano, por influencia del vasco y, quizá también, del íbero, solo tiene a, e, i, o, y u.

Veamos algunos ejemplos del léxico que provienen del sustrato prerromano:

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Sustrato de lenguas prerromanas no indoeuropeas

Fotografía de un perrito
Pixabay/ OpenClipart-Vectors. Perro (Pixabay License)
  • Del íbero: tenemos palabras tan básicas como perro, arroyo, conejo, charco, gusano, zarza, etc. Además, esta lengua nos dejó algunos sufijos: -arro (guijarro), -urro/a (calentorra), -sco (hojarasca, ventisca). También topónimos (Teruel, Córdoba, Alicante, Tortosa, Gerona, Elche, Barcelona, Lérida) y apellidos (Blasco, Velasco, quizá García).
Dibujo de una mochila
Pixabay/ OpenClipart-Vectors. Mochila (Pixabay License)

  • Del vasco: de nuevo, palabras elementales como izquierda, mochila, cencerro, socarrar, boina, pizarra, chatarra, órdago, alud, aquelarre, etc. Por supuesto, topónimos del País Vasco como Vizcaya, Guipúzcoa y Álava, pero también nombres de lugares variados de toda España, como Lozoya, Gomeznarro, Valsaín, Bayona, Arán, Ondara, Aracena, Escúzar, Arona… La lista de apellidos es larguísima: Aranda, Aguirre, Allende, Aparicio, Aznar, Carranza, Chinchón, Echevarría, Góngora, Ordóñez, Mihura, Montoya, Ochoa, Oria, Poveda, Riquelme, Salazar, Uribe, Yuste, etc. De hecho, se piensa que la terminación castellana en -ez/-es de muchos apellidos es de origen vasco (Fernández/Fernandes, Gutiérrez/Gutierres, Álvarez…).

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Ilustración de un par de botas
Pixabay/ OpenClipart-Vectors. Bota (Pixabay License)

Sustrato de lenguas prerromanas indoeuropeas

  • Del celtíbero: palabras como cerveza, vasallo, abedul, camino, baranda, bota, páramo, braga, busto, gancho, greña, brío, puerco, colmena, toro, (es)tancar, etc. Tenemos también el sufijo -iego (mujeriego, palaciego) y varios topónimos (Segovia, Segóbriga, Sigüenza, Brihuega, Alobre, etc.).

En resumen, podemos decir que, a pesar de la romanización absoluta de la península, los pueblos prerromanos son un ingrediente más de nuestro muy variado origen y dejaron su huella en la lengua.

Un cadáver exquisitamente paleohispánico

¿Habéis registrado bien el léxico, los sufijos y topónimos que conserva nuestra lengua de esta época tan antigua? Desmostradlo ahora con un cadáver exquisito que, de tan viejo, podría llamarse ¡momia exquisita!

Fotografía de tres esqueletos falsos graciosos
Pixabay/ paulbr75. Momias exquisitas (Pixabay License)

Esta actividad se trata de escribir juntos una historia o un poema sobre la vida ibérica de hace 2.500 años, utilizando palabras, sufijos y nombres de aquella época. Para ello, seguimos estos pasos:

  1. Con el profesor, decidimos qué vamos a escribir (relato o poema) y de qué longitud. El profesor guiará la estructura a medida que lo escribamos.
  2. Nos agrupamos en equipos de 5 personas; se pueden utilizar las filas de pupitres de clase también para hacerlo sin movernos del sitio, si es preciso.
  3. Todos sacamos un papel y ponemos título al relato o poema, utilizando alguna palabra o nombre prerromanos.
  4. A continuación, rotamos el papel, de tal manera que entregamos el nuestro al siguiente compañero y recibimos otro del compañero anterior.
  5. Leemos lo que pone en el papel recibido y escribimos la siguiente frase o poema, utilizando siempre alguna palabra o nombre paleohispánicos.
  6. Hacemos las rondas que hayamos previsto con el profesor, siguiendo su guía para completar la estructura del relato o poema.

Cuando terminemos nuestros cadáveres exquisitos o, mejor llamados, nuestras momias paleohispánicas, podemos leerlos en alto y reírnos un rato.